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El gesto contiene información valiosa sobre nuestros patrones limitantes y por ende nuestro mapa emocional o creencias que nos impiden hacer lo que verdaderamente nuestra alma desea hacer. Hay quien opina que el gesto se forma y se conforma a partir de un pensamiento concreto que comanda su plasticidad. Ese pensamiento limita, forma y conforma el ritmo respiratorio y el cardíaco, y por ende encierra, oculta y encripta la emoción que ha co-creado el pensamiento. En este punto uno se pregunta qué fue primero si el huevo o la gallina, el pensamiento que generó una emoción y por ende una manera de respirar y un gesto (patrón) de conducta corporal? O fue la emoción la que co-creó el pensamiento, el gesto y la respiración? Sea lo que sea, lo verdaderamente importante es darnos cuenta que detrás de cada gesto cohabita un ritmo respiratorio/cardíaco y que éste está comandado por una emoción y un pensamiento. Particularmente opino que el orden de los factores no altera el producto, dado que el producto final es un malestar concreto físico o emocional que limita nuestra libertad de acción, alegría, felicidad y empatía con la vida y lo que nos rodea. Generamos lo que somos y no lo que queremos ser.
Estamos comandados por patrones de conducta que hemos ido gestando desde nuestra concepción y a lo largo de nuestros primeros años de vida/experiencia en la sociedad en la que hemos nacido.
Para mí, gesto y respiración me remiten directamente a la acción de sentir mi cuerpo, mi sangre, los latidos de mi corazón, de la respiración y del silencio interno que alberga el cuerpo. Y es justo en ese punto donde la humanidad entera coincide, participa e incluso comparte. No importa la religión, estatus social, color de piel, si se es hombre o mujer, todos sentimos lo mismo: el silencio interno de la maravillosa maquina que nos conduce por este planeta hasta el fin de nuestros días y más allá?
Cuando aprendemos a entender el sutil lenguaje del cuerpo, es justo cuando empezamos a tener una relación íntima y amigable con él. Y para ello, la mejor herramienta es la respiración y su ritmo. Como respires, vives.
Al re-educar nuestra respiración re-educamos nuestro cuerpo y nuestros hábitos de comportamiento. Nuestros pensamientos/emociones (creencias) nos alejan de nuestro presente y crean hábitos y comportamientos limitantes que generan situaciones de dolor, de rabia, de frustración, de fracaso, de rechazo, de vergüenza, de angustia, de dispersión, de envidia, de inseguridad, falta de memoria, de concentración; y en consecuencia enfermedades que dejan su huella en el cuerpo como depresión, fibromialgia, hiperactividad, insomnio, bursitis, dolores musculares, cáncer, bulimia, anorexia, asma, artrosis, artritis, cansancio crónico, jaquecas, migrañas, etc.etc. Sin embargo como todo en esta vida tiene dos caras, el otro lado de éste panorama tan desolador, pone de manifiesto que si nuestras creencias nos alejan del presente y crean nuestros hábitos corporales y respiratorio que ocasionan dolor, al re educar dichos hábitos, reeducamos dichas creencias; ello significa que también podemos revertir
con nuestra voluntad, constancia y perseverancia el proceso auto-destructivo al que nuestras creencias nos han conducido a lo largo de los años.
Los romanos lo tenían muy claro: “mens sana in corpore sano” ; ello quiere decir que la persona que practica el arte de ser feliz sabe muy bien qué quiere y como lo quiere. Ese pequeño gran requisito nos puede llevar toda una vida de trabajo personal, (evolución) y se fundamenta en algo a la par sencillo y por ello complejo: nuestra Actitud frente a todo lo que nos sucede. De cómo yo actúe obtendré un u otro resultado. Y en la actitud también encontramos la responsabilidad de dicha actitud.
Y las herramientas que nos ayudan a conseguir dicha actitud son tres:
1-Observar cómo 2-respiro cuando algo me disgusta y que 3-postura tiene mi cuerpo ante “eso” que me disgusta. Una vez averiguado, solo queda poner en práctica una buena praxis postural y respiratoria y observar de nuevo como nuestra Actitud se transforma y por ende, como la situación toma otro cariz: la montaña acaba siendo un granito de arena. ¿Te atreves a observar que haces con tu respiración cuando sientes miedo y que postura tiene tu cuerpo?.
Piensa en algo que te disguste y observa que ocurre con tu respiración y musculatura y en qué posición estas sentado. Seguramente tu respiración se ha cortado y la musculatura se ha encogido. Ahora recoloca tu cuerpo como en la figura adjunta y haz una respiración lenta y profunda y vuelve a observar que ha ocurrido con aquella montaña, ¿se convirtió en un granito de arena?