Un ser de luz que me enseñó la coherencia
¿Por qué es tan importante coordinar ritmo respiratorio con ritmo cardíaco? Porque significa que hay coherencia entre lo que pienso, digo y hago. Cuando pensamos que somos buenas personas, que cuidamos de los seres que creemos amar, criticamos que no piensa como nosotros o no hace lo que creemos que deberían hacer, y nuestras acciones son nulas respecto a lo que predicamos, resulta que acabamos sintiendo que incluso lo que más nos gusta nos cuesta hacer. No es necesario que diga que esto nos suele dejar un sabor agrio en la boca del estómago.
Y aquí podemos comprobar como la acción para cambiar estas pautas (muchas veces inconscientes) es nula o casi nula. El trasfondo es dolor, porque sabemos que estamos pasando de lo que deberíamos hacer pero que nos da pereza, aunque negamos esta pereza. Y si la vemos en otro, la criticamos. Aquí es imposible que los latidos de nuestro corazón vayan coordinados con el ritmo respiratorio. Algo lo está impidiendo y ese algo tiene un par de nombres que todos conocemos bien: por un lado, incoherencia entre lo que pienso, digo y hago, y por otro lado, pereza. ¿Pereza? Sí, pereza o falta de responsabilidad para llevar a cabo la coherencia, es decir, para realizar la acción correcta y oportuna con lo que creemos creer, que no decimos o tergiversemos y que evidentemente no hacemos, realizando todo lo contrario o tirando pelotas fuera.
¿A alguien le suena lo que estoy diciendo? ¿Alguien identifica en estas cuatro líneas?
Cuando no hacemos lo que sentimos, no decimos lo que sentimos y lo posponemos por pereza o miedo, si os fijáis, notará que su respiración es corta y rápida. Quizás incluso haga apneas o padezca bruxismo, tu corazón tiene un ritmo que no coincide con el de la respiración y seguramente está acelerado. Es decir, el ritmo cardíaco le dará una pulsación X y su ritmo respiratorio otro. Es como si el cuerpo fuese por un lado y la cabeza por otra. Las angustias están a la orden del día, la sensación de estar perdidos también, más o menos, y la sensación de inseguridad acompaña nuestras acciones, que siempre necesitan alguien que las apruebe porque sin el reconocimiento del otro desconocemos nuestro propio valor y nuestra propia autoestima. Evidentemente, así entramos en un círculo vicioso altamente estresante donde, o bien no paramos de hacer cosas, o bien nos sentimos fatal, como en medio de una depresión. Esta puede ser crónica y muchas veces ni la sabemos detectar, o bien puede ser pasajera pero nos cuesta mucho hacer lo que realmente nos gustaría hacer.
Muchas veces ni siquiera sabemos qué es lo que nos gustaría hacer, ya que la desconexión con el cuerpo es tan grande que sólo nos queda la constante queja por creer que sabemos quiénes somos. Estamos brutalmente perdidos en el inmenso mar azul, tal como dice la canción. Para acabarlo de rematar, si tomamos cuidado de cómo nos sentamos, nos daremos cuenta de que estamos siempre en posición de soffing, es decir, con las caderas hundidos y la parte de debajo de las costillas aplastando el diafragma y este el estómago, el hígado, el colon y las vellosidades intestinales.
Qué hacer cuando nos damos cuenta de que nos estamos agrediendo física y emocionalmente?
Primero observa donde tienes la respiración. Es decir, observa como la tallas, como es de corta y de rápida, y toma un momento para ti. Entonces endereza tu postura, que estará como hemos dicho antes, oprimiendo y aplastando tu diafragma, por lo que no estás permitiendo que llegue todo el oxígeno que necesita el cerebro para hacer que las funciones cognitivas estén al cien por cien. El resultado? Falta de memoria, falta de fuerza de voluntad y falta de concentración.
Y segundo, cuando te hayas recolocado en 90 grados, observa cómo sólo con esta nueva postura tu respiración se ha alargado y la parte de abajo de tus pulmones está oxigenado. Si esto lo haces todos los días, al cabo de una semana, una semana, te sentirás más energético, más vital y con más fuerza de voluntad para hacer lo que quieres hacer, y por tanto más coherente contigo mismo / a.
La suma de todo esto nos reporta pequeños beneficios que a la larga son la base consolidada de nuestras decisiones. Ser coherente con lo que piensas, dices y haces es cuestión de respirar bien y sentarse en 90 grados para dar espacio al diafragma, el estómago, los intestinos, el colon y las vellosidades intestinales. Y esta coherencia nos aporta la conciencia de lo que hacemos o dejamos de hacer, y por tanto la serenidad que todos buscamos en nuestro día a día, en nuestros actos y en nuestra vida.
Felices vacaciones y felices respiraciones. Practica la coherencia y con la práctica del arte de vivir.
Si te ha gustado, compártelo con tus amigos y conocidos, aquí bajo tienes unos botones para compartirlo.